29 nov 2010

La prohibición, en parte de EE.UU., de regalar juguetes con los coloridos menús dirigidos a niños ha hecho temblar los cimientos de una industria millonaria que sigue siendo acusada de ser la responsable de las altas tasas de obesidad infantil en el mundo

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(Foto: Musuk Nolte)
Por Marcos Chumpitaz
De héroes a villanos. Para Eric Marc, personajes como Bob Esponja, el Capitán América y Shrek son los nuevos enemigos públicos de la salud infantil. Su preocupación surgió una tarde, al notar que su hija de diez años había acumulado un cajón lleno de juguetes, todos regalos de los famosos menús infantiles que expenden los restaurantes de comida rápida.
“Nuestros niños están enfermos. Las tasas de obesidad infantil son extremadamente altas y eso se debe en gran parte a la comida rápida. Este es un desafío para la industria, para que piense primero en la salud”.
Marc, miembro del Consejo de Supervisores de la ciudad de San Francisco (EE.UU.), es el principal impulsor de una polémica reforma que acaba de ser aprobada en esa ciudad y que ha golpeado a uno de los mayores íconos infantiles de estos tiempos: la Cajita Feliz.
La luz verde se dio el pasado 9 de noviembre, cuando ocho miembros del Consejo aprobaron por mayoría que los restaurantes de comida rápida dejen de regalar juguetes junto con sus menús infantiles, por ser estos “un hábito poco saludable que pone a nuestros hijos en riesgo de contraer enfermedades”.
La medida fue llamada “Happy Meal ban” (Prohibición Cajita Feliz), en clara alusión a la comida infantil vendida por McDonald’s. Según esta prohibición, los restaurantes no podrán obsequiar ningún tipo de incentivo, sea un juguete, un sticker, un juego o un premio, si es que el combo (léase hamburguesa, papas y gaseosa) supera las 600 calorías.
La ley también prohibe todo producto que se venda como alimento infantil y que contenga exceso de grasas o sal. Además, se contempla que estas cajitas no podrán contener juguetes si es que no están acompañadas “de porciones de frutas y verduras”.
La ley entrará en vigencia en diciembre del 2011. Los restaurantes tienen hasta esa fecha para mejorar el valor nutritivo de sus comidas si es que quieren seguir promocionando sus menús a través de juguetes.
NUGGETS EN DEBATE
La medida ha puesto más que nerviosa a la industria, en especial a gigantes como McDonald’s, que ya emitió un comunicado. “Estamos muy decepcionados. No es lo que nuestros clientes quieren, ni es algo que pidieron”, dijo Danya Proud, portavoz de McDonald’s en Estados Unidos.
Los que respaldan la ordenanza dicen que esta es una “modesta victoria” en los esfuerzos por frenar la obesidad infantil. En cambio, quienes se oponen, ven la medida como una intromisión del gobierno en la crianza de los hijos. El propio alcalde de San Francisco, Gavin Newsom, ha criticado la prohibición aduciendo que son los padres y no los políticos los que deben decidir qué comen sus hijos, “especialmente cuando están gastando su dinero”.
La preocupación por las altas tasas de obesidad relacionadas con la comida rápida no es un tema nuevo. Desde hace años la mayoría de países le ha declarado abiertamente la guerra a la comida chatarra, acusada de “insalubre” y poco nutritiva.
Un reciente estudio de la Universidad de Harvard advierte que la obesidad se está expandiendo en los últimos años como si fuera una enfermedad infecciosa y podría alcanzar al 42% de la población el año 2050, el doble de lo que se contabilizaba hace veinte años. Además, desde 1980 hay tres veces más niños y adolescentes con sobrepeso.
¿De quién es la culpa? “Creo que los juguetes y otros incentivos asociados a las comidas con altos niveles de azúcar, grasas y calorías son claves en el aumento de la obesidad infantil. En los últimos 30 años, desde que estos restaurantes comenzaron a ofrecer juguetes con la comida, la obesidad infantil se ha triplicado”, advirtió Eric Marc en una reciente entrevista.
En juego está mucho más que el derecho de los padres a escoger lo que deben comer sus hijos. Según Associated Press, en el 2003 las ventas de las cajitas felices sumaron unos 3,4 billones de dólares, casi el 20% del total de ventas de McDonald’s aquel año. A eso hay que sumar los exorbitantes gastos en publicidad. Un estudio desarrollado por Fast Food Facts revela que la industria de comida rápida gastó el año pasado más de 4.200 millones de dólares en publicidad televisiva y otros medios.
LONCHERITAS PERUANAS
Nuestro país no es ajeno al hambre de comida rápida. En el 2001, último año en que se tienen registros, la cadena McDonald’s alcanzó ventas por unos 9,5 millones de dólares, lo que representó un crecimiento de 60% respecto al año anterior. En ese entonces, su gerente de márketing estimaba que la exitosa Cajita Feliz debía vender “un millón al año”, siendo uno de los principales “generadores de tráfico para el restaurante” (El Comercio, enero 2002). El récord de ese año lo obtuvo el juguete del perrito Snoopy, que estuvo ocho semanas en el mercado.
McDonald’s no ha querido dar cifras del total de ventas de sus cajitas felices en la actualidad. Sus representantes afirman que esos son datos de mercado y por tanto “no pueden hacerse públicos”. No obstante, tomando en cuenta que desde el 2001 se han abierto alrededor de cinco locales, y la cadena tiene como proyecto “abrir de tres a cinco restaurantes por año”, es lógico que la venta de estos menús infantiles haya crecido como la espuma en nuestro país. En el distrito de San Miguel la cadena tiene dos locales que venden, cada uno, aproximadamente entre 250 y 300 cajitas felices por día, según fuentes de la misma tienda.
En el mismo Plaza San Miguel, Bembos llega a vender por día unas 300 unidades de sus famosas “loncheritas” (los sábados la cifra puede alcanzar las 500 unidades). En KFC los niños tienen dos opciones o “Chiky Packs”: uno de piezas de pollo crocante y otro de nuggets. Por día se pueden vender más de 500 de estos paquetes infantiles en un solo local. En restaurantes como Burger King la situación es muy similar. Esto sin contar el gran negocio que representan las fiestas de cumpleaños. En muchos de estos locales, se logran celebrar entre dos y cuatro cumpleaños todos los días. Eso es mucho dinero, y muchas hamburguesas y papas fritas que terminan en el estómago de nuestros hijos.
MUNICIÓN NUTRIDA
Hasta ahora ningún nutriólogo o nutricionista puede asegurar que estos menús forman parte de una dieta saludable, como asegura la industria. De hecho, la mayoría acepta que este tipo de comidas ha contribuido a la epidemia de obesidad infantil.
“Los niños no deberían ser el blanco de este tipo de propagandas. El producto ya no se publicita en función a su valor nutricional, sino que tiene que ser reforzado por medio de algo que jale más, en este caso un juguete. Es como decirles que comer chatarra es divertido”, dice el nutriólogo Arnaldo Hurtado. “Yo creo que si aquí se repite lo que ha sucedido en San Francisco, esto podría afectar positivamente los hábitos alimenticios de muchos niños, dejarían de comprar estos productos con tanta frecuencia”.
Para la nutricionista Adriana Carulla, lo sucedido en San Francisco es una medida plausible que debería tener eco en todas partes, incluyendo el Perú. “Mi deber como nutricionista es enseñar que los alimentos tienen la función de nutrir y no se deben mezclar con las emociones. Con los juguetes, lo que estamos haciendo es premiar la mala alimentación. El niño asocia la felicidad del regalo con la comida chatarra y eso se va a arrastrar a su vida adulta. Siempre lo he dicho, jamás hay que celebrar las buenas acciones con comida, eso es grave”.
MANIPULACIÓN EN LA MESA
Pero los médicos no son los únicos que toman en serio la problemática de la comida chatarra. El año pasado, un informe de Consumers International (CI), la federación mundial más poderosa de organizaciones de consumidores en el mundo, realizó una crítica severa a la industria de la comida rápida acusándola de promover alimentos con altos niveles de grasa, azúcar y sal para niños y niñas.
Esa institución censuró el hecho de que la publicidad dirigida a los niños recurra a herramientas de manipulación y engaño, mediante “el uso de juguetes gratuitos, personajes famosos y fiestas de cumpleaños”.
En la actualidad, CI está realizando una campaña global para que la mayoría de países acuerde una suerte de código internacional sobre la comercialización de alimentos al público infantil. Se sabe que la OMS está también preparando recomendaciones sobre el tema para su presentación a los estados miembros.
En junio pasado, otro grupo defensor de los consumidores de Estados Unidos, el Centro para la Ciencia en el Interés Público (CSPI), amenazó con demandar a la cadena McDonald’s si es que no eliminaba los regalos de su menú infantil. Su representante, Stephen Gardner, señaló que la cadena comercializa sus juguetes de forma injusta y engañosa, pues utiliza a los niños como una suerte de “ejército de mercadólogos sin paga”, que “hostigan” a sus padres para que los lleven a McDonald’s.
Si bien la reacción del CSPI puede parecer extrema, lo cierto es que esta clase de publicidad sí parece tener una fuerte influencia en los niños. Un estudio publicado el 21 de junio de este año en la revista Pediatrics concluyó que los niños prefieren los dulces y galletas comercializadas en envolturas adornadas con sus personajes de ficción preferidos. Sin embargo, el uso de estos personajes no logró el mismo efecto al intentar que los niños de 4 a 6 años comiesen zanahorias.
Si bien es cierto que la mayoría de cadenas ha empezado a ofrecer algunas opciones saludables y menos calóricas, el grueso de sus menús sigue siendo altamente nocivo. Según la BBC, solo 12 de los 3.039 posibles menús cumplen con los criterios de comida saludable para niños en edad preescolar y 15 menús para adolescentes. Como consecuencia, un adolescente podría estar consumiendo de 800 a 1.110 calorías por cada visita a estos locales, una decisión que no tiene nada de saludable.
“Es difícil medir el impacto de una prohibición como la de San Francisco, sin embargo sí creo que el gobierno podría regular estas prácticas”, señala Arnaldo Hurtado. “No podemos asociar una sensación lúdica al comer. Comer es parte de un proceso natural, no es una diversión. La decisión final está en los padres, sí, pero es también importante no fomentar abiertamente el consumo de comida chatarra. Debe haber límites”.

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