Ya se aprecia la incitación al consumo para el próximo diciembre. Se dice que la prensa es el cuarto poder, yo añado que la fuerza de la publicidad es al menos equiparable a aquella.
Los niños constituyen, cada vez más, el centro de la publicidad, ya como protagonistas ya como destinatarios de los anuncios: en uno de cada tres anuncios interviene un niño, sean de seguros, móviles, ropa, coches, viajes, alimentos o juguetes.
La publicidad contempla al niño como:
–Consumidor, por su alto poder adquisitivo y porque los padres tratan de compensar con juguetes, consolas, ordenadores, reproductores musicales, teléfonos, etcétera, el poco tiempo que les dedican.
–Inductor al consumo familiar.
–Futuro consumidor independiente, ya experimentado.
Los padres se debaten entre permisividad y disciplina; austeridad y abundancia; entre lo educativamente correcto y la comodidad. Pero la fuerza persuasiva de los subliminales mensajes publicitarios se alía con la fragilidad de la mente infantil, y los niños, que nunca adoptan como modelo a los perdedores, se dejan subyugar por las sugerentes propuestas de los anuncios: alegría, diversión, independencia, felicidad, fuerza, éxito, poder, modernidad,...
Y piden con obstinación lo que les ponen ante sus ojos. Los padres suelen adoptar una actitud permisiva y tolerante y conceden lo que pueden dar e, incluso, más de lo que pueden dar; otros, han de negar todo lo que les demandan, por imposibilidad material. Naturalmente, entre ambos extremos, toda una variedad de actitudes diferentes.
Cuando los niños alcanzan los 10 o 12 años, las consecuencias extremas son: o una sensación de permanente insatisfacción, pese a tenerlo todo; o la frustración de quien se siente distinto y marginal. Los primeros llegarán a ser consumidores compulsivos, que fundamentarán su vida en tener; los segundos, entrarán en una etapa de rechazo a una sociedad que les ofrece lo que ellos no pueden obtener.
Unos y otros se convierten en pequeños tiranos en busca de una felicidad inalcanzable por el camino elegido, con el riesgo, cuando lleguen a la adolescencia, de buscar refugio a sus frustraciones en la indolencia, la rebeldía, el sexo, el alcohol o la droga.
¿Somos conscientes de que los niños son usados en la publicidad, en el cine, en las series de televisión, en las pasarelas de moda?, ¿dónde están los padres?, ¿dónde el llamado defensor del menor?
Creo que es más sencillo y eficaz educar desde la austeridad que en la abundancia.
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