9 nov 2011

Raúl Contreras Bustamante*



Las campañas políticas en el país han venido enrareciéndose. La incertidumbre democrática, las alternancias y las complicaciones que la legislación ha impuesto a las contiendas han generado una competencia cada vez más dura y encarnizada.
La posibilidad de triunfo o derrota debido a una eficiente o adversa campaña publicitaria hace que los procesos electorales se conviertan en guerras de lodo y desprestigio, en lugar de contraste de ideas, proyectos, propuestas y trayectorias de los competidores.
El domingo venidero habrá votaciones para renovar al gobernador de Michoacán. La entidad reviste varias características especiales: será la última escala antes de las elecciones presidenciales; fue el primer estado donde el gobierno federal puso en marcha sus acciones militares para el combate al narcotráfico, y es la tierra natal del presidente Calderón.
De los sótanos de la política, salió —meses antes de que el proceso electoral comenzara— el rumor de que el gobierno federal intentó sensibilizar a los dirigentes de los principales partidos de oposición, respecto de la idea de cancelar las campañas proselitistas —bajo el argumento de la grave inestabilidad ocasionada por la guerra contra la delincuencia— y, en su lugar, buscar un consenso plural para nombrar al nuevo gobernante.
La descabellada ocurrencia se desestimó por ilegal y antidemocrática.
El partido que gobierna esas tierras michoacanas no presenta una candidatura que prometa mantener la hegemonía perredista. Silvano Aureoles figura en el último lugar de las encuestas.
El PRI lanzó la candidatura de Fausto Vallejo, ex alcalde de Morelia, quien ha venido al frente de las preferencias en los sondeos de opinión a lo largo de la contienda y tiene buenas posibilidades de salir triunfador.
El PAN, por su parte, está representado por la hermana mayor del presidente Calderón, a quien sus seguidores gustan en llamar La Cocoa. Animado por lo que sucedió en Coahuila, donde un hermano de Humberto Moreira lo sucedió en la gubernatura, Calderón decidió apoyar a Luisa María —sin miramientos—, quien ha venido repuntando en las encuestas y presentará una cerrada competencia el próximo domingo.
Aunque se temía por la seguridad de la integridad de los candidatos, las campañas se habían celebrado sin mayores contratiempos hasta que ocurrió el asesinato del alcalde panista de La Piedad, Ricardo Guzmán, que vino a exacerbar los ánimos.
La inmediata victimización de los panistas y su acusación contra el gobernador Leonel Godoy de ser el responsable de la inseguridad, más parecen parte de una estrategia propagandística que una demanda de justicia.
Calderón cometió un grave error al impulsar la candidatura de su hermana. Si ella pierde, la derrota le será facturada a él y a nadie más.
Pero le resultará mucho peor el caso de que llegara a ganar. Se dirá que ello sucedió debido a su apoyo nepotista y al uso ilegal de recursos gubernamentales.
Luisa María tendría que gobernar un estado violento y resentido cinco años más, sin el apoyo de su hermano Presidente. Los enemigos que naturalmente dejará Calderón, encontrarían un blanco perfecto en quien desquitarse. La familia presidencial quedaría convertida en rehén de sus propias ambiciones.
Por eso, mi abuela solía decir: “Fíjate lo que le pides al cielo, que te lo puede conceder”.
        *Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM
            contrerasdf@gmail.com
2011-11-09 00:57:00
http://excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=781880

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